Todos los años, después de la vuelta a la rutina tras las vacaciones de verano, nos encontramos con artículos en Internet y entrevistas por radio o televisión que hablan sobre la existencia de la depresión post-vacacional o los problemas de adaptación al colegio/trabajo.
Sin embargo, hoy queremos escribir sobre un tema del que apenas se habla y, sin embargo, es frecuente encontrarse con él en la consulta. En concreto, nos referimos a aquellas familias que desean volver a trabajar y para quienes la rutina es un placer. Y son muchas más personas de las que os podéis imaginar.
En este sentido, asociado al verano nos encontramos con que tenemos que pasar más tiempo en casa con nuestra familia, que tenemos que convivir más tiempo con nuestros/as hijos/as y nuestra pareja, etc. Esto en ocasiones supone más discusiones, tener que presenciar y lidiar con más peleas entre hermanos/as, con un horario muy flexible y poco planificado al que no estamos acostumbrados/as, etc. No es casualidad que una de cada 3 rupturas de pareja (divorcios) suceda tras el verano, y tampoco que los padres y madres dejen a sus hijos/as el primer día de colegio con cara de alivio y descanso. Porque tal y como leéis, a veces se descansa más trabajando.
Pero, ¿podemos hacer algo para aprender a disfrutar del tiempo de ocio en familia? Compartimos alguna información a tener en cuenta:
1. Afrontar los conflictos y problemas del día a día con un enfoque basado en soluciones. Esto significa que no es aconsejable “dramatizar” los problemas y en su lugar podemos sentarnos a hablar en familia y pensar entre todas las partes implicadas cómo lo podemos solucionar. En este sentido, los/as niños/as también pueden formar parte de estas reuniones familiares a partir de los 4 años, tal y como indica la Disciplina Positiva, especialmente cuando ellos/as están involucrados en los conflictos.
2. Ser más flexibles con las rutinas y aprender a vivir con cierta incertidumbre. Generalmente durante el año estamos acostumbrados/as a contar con un horario muy organizado y numerosas tareas que nos ayudan a planificarnos. En verano, por el contrario, contamos con más flexibilidad, con la posibilidad de hacer diferentes cosas a las que estaban programadas, etc. Esto puede suponer un sentimiento de incertidumbre e incluso angustia, por no tener todo previsto de antemano. Por ello, un consejo es tratar de disfrutar del momento presente, con la posibilidad de practicar Mindfulness (atención plena).
3. Pero aunque haya más flexibilidad, todo con cierto orden. Esto significa que, aunque no todo esté planificado al detalle, hay ciertas rutinas o hábitos que es aconsejable no perder del todo. Por ejemplo, quizá no hay que ser tan estricto/a, pero se puede seguir manteniendo cierto orden general a la hora de acostar a los/as niño/as, comer, etc., (aunque siempre puedan existir excepciones).
4. Plantear la posibilidad de disfrutar de tiempos en soledad y en pareja. Aunque se tenga familia (especialmente niño/as pequeños/as), también es posible acordar un tiempo o momento para poder disfrutar de alguna actividad (leer, pasear, tomar algo, etc.,) en soledad y/o en pareja en función de las posibilidades. Siempre y cuando la pareja se coordine, es posible y en ocasiones necesario hacerlo.
5. Aprovechar las vacaciones para mejorar la comunicación y conocer más en profundidad a los miembros de la familia. Es decir, tratar de realizar actividades de ocio con los/as hijos/as para saber lo que les gusta y lo que no, hacer planes de futuro de cara a cómo afrontar el próximo curso, evitar dedicar mucho tiempo a la tecnología y más al aire libre y a actividades vivenciales, etc.
6. Finalmente, de cara a la relación de pareja, es necesario que haya una repartición equilibrada de las responsabilidades, implicando también a los niños/as en función de su edad.
De este modo, quizá podamos hablar realmente de depresión post-vacacional a la vuelta 😉
Beatriz Alonso Sánchez
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