Si algo estoy aprendiendo durante este confinamiento es a mirar muy bien las noticias que recibo. No solo a nivel de prensa, también me refiero a todas aquellas páginas webs y vídeos que comparten amigos y familiares: desde canales para hacer ejercicio en casa, hasta consejos para cuidar tu mente.
Durante estos cuarenta y pico días estamos viviendo sumergidos en las redes sociales como nunca antes habíamos vivido. Sin duda éstas nos aportan grandes beneficios, como el estar conectados y pasar tiempo de ocio aún desde la distancia. Aunque también, unos cuantos quebraderos de cabeza.
Todo está en Internet, tanto los problemas como las soluciones y gana quién mejor fama tiene o quien cuenta con mayor número de seguidores, cuando debería primar la responsabilidad que cada uno ejerce sobre su trabajo, el buen y saber hacer. Puedes ser un grandísimo comunicador y no conocer el poder de tus palabras.
En Psicología y en Educación trabajamos guiando y apoyando a personas y familias en sus procesos personales. Nuestra herramienta de trabajo es la voz, la palabra, que guía, ayuda y alienta, pero también puede causar mucho dolor y sufrimiento. Aunque no hace falta haber hecho un grado y un máster en Psicología para saberlo. Tan solo basta con pensar en la última vez en que alguien cercano te ha pedido consejo sobre un tema. ¿Realmente solemos pararnos a pensar en la repercusión que nuestras palabras pueden tener en esa persona, en ese preciso momento? Puedes haber soltado el discurso de tu vida y, por supuesto, enorgullecerte de ello, pero ¿cómo crees que tu interlocutor interpreta el mensaje? Seguramente las palabras produzcan algún cambio en su vida, pero ¿éste será positivo o negativo?
Por ello, te animo a que revises muy bien la información que recibes y a reflexionar sobre si lo que estás transmitiendo, realmente, es lo que la otra persona necesita. Si alguien acude a ti en calidad de amigo contándote que no pega ojo, que siempre se levanta “hecho un trapo” y tu respuesta es -uf, la semana pasada yo estaba igual, tómate un poco de jengibre con limón antes de acostarte, verás que bien- ¿consideras que eso realmente le va a ayudar en algo? Lo que a ti te funcionó no es un remedio universal, esto es, la solución que tú encontraste es probable que no surja efecto en otras personas, de hecho es lo más probable. Somos únicos e irrepetibles, lo mismo pasa con las herramientas y los consejos.
Esto está siendo una tendencia en tiempos de cuarentena. Muchos dando consejos sobre cómo afrontar el miedo, la ansiedad, las peleas entre hermanos o la gestión de emociones en niños y adolescentes. Ahora más que nunca revisa la fuente, asegúrate de que esa persona conoce el poder de las palabras y no te fíes de los remedios universales, porque a día de hoy, no existen.
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