El TDAH, o Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, es un trastorno del neurodesarrollo de carácter neurobiológico que se origina en la infancia y cuyas tipologías y características están recogidas en el Manual de Diagnóstico de la Salud Mental (DMS-V)
Se ha hablado mucho de este trastorno y ha habido muchos mitos y falsas creencias sobre él.
¿Cuáles son algunos de los mitos?
- El TDAH es un invento
A día de hoy existe evidencia científica que demuestra que el TDAH es una condición biológica real. En este sentido, destacan 3 conclusiones reseñables, las cuales son:
- Existe un importante componente hereditario, de modo que una de cada cuatro personas con este diagnóstico tiene un progenitor que también lo presenta.
- Existen diferencias en el desarrollo del cerebro, estudiadas a través de pruebas de neuroimagen, en el que se observa que algunas áreas cerebrales presentan un retraso madurativo de hasta 3 años en niños y niñas con TDAH. Entre estas áreas cabe destacar la corteza prefrontal, en la cual se ubican las funciones ejecutivas (tales como organizar la información, planificarse, pensar en las consecuencias de los actos, etc.).
- Hay un aumento de la actividad del sistema transportador de dopamina y menor sensibilidad de los receptores, especialmente en los lóbulos frontales y los ganglios basales.
- El TDAH no existe en la edad adulta
Lo cierto es que el TDAH tiene una prevalencia en la población adulta de entre 3-4%. El problema reside, en muchas ocasiones, en que el desconocimiento hace que no se detecten o identifiquen correctamente todos los casos.
Así mismo, aunque no ocurre en todas las ocasiones, muchas veces los síntomas relacionados con el exceso de movimiento (hiperactividad) se reducen considerablemente en la edad adulta. Esta puede ser una de las razones que explique por qué se detecta menos a estas edades.
En contraposición, los síntomas relacionados con la inatención (centrarse en una tarea concreta, cumplir plazos, organizarse correctamente, etc.), suelen notarse más en la edad adulta y suponen bastante malestar en la calidad de vida de la persona (a nivel profesional, social, personal y familiar).
- Mi hija presta atención durante mucho tiempo a la televisión o videojuegos, por lo que no puede tener TDAH
Cuando una niña está jugando durante una hora a videojuegos o con el móvil, no significa que durante ese tiempo su atención sea sostenida. Para que la atención sea sostenida partimos de la base de que tenemos que prestar atención a un mismo estímulo durante un determinado tiempo. Sin embargo, en el caso de las pantallas, el estímulo cambia constantemente. De este modo, pasar excesivo tiempo con pantallas, lejos de ser un signo de calidad atencional, es un elemento que dificulta las capacidades atencionales.
El uso continuado de estos dispositivos acostumbran al cerebro del menor a un constante bombardeo de información y a cambios frecuentes, sin permitir focalizar la atención en algo en concreto durante minutos. Esta situación mantenida a largo plazo, agudiza las dificultades de atención que pueda haber de base. Es importante destacar que estas afirmaciones se basan en estudios realizados con toda la población (para más información véase el libro “Educar en el asombro” de Catherine L´Ecuyer).
- Mi hija se mueve mucho, así que es TDAH
El movimiento en exceso es un signo asociado a la hiperkinesia e hiperactividad, pero dentro del diagnóstico de TDAH existe el subtipo de inatención en el cual no se presenta este síntoma. Con esto quiero decir que no todos los niños y niñas diagnosticados presentan las mismas características.
Por otro lado, cuando se realiza un diagnóstico es importante tener en cuenta aspectos emocionales, porque la excesiva movilidad puede ser explicada por una alta ansiedad, una época vital de excesivos cambios, situaciones traumáticas experimentadas, etc.
Así mismo, es importante ajustar correctamente las expectativas sobre lo que es “moverse mucho” a determinadas edades. Factores como la edad, la personalidad y el estilo educativo pueden explicar el movimiento, sin necesidad de tratarse de algo patológico. De este modo, en la evaluación debemos contar con pruebas que tengan en cuenta también este aspecto (el movimiento físico) y se pueda comparar con una muestra de la misma edad baremada. Puedes leer más información sobre la prueba AULA NESPLORA.
- El diagnóstico de TDAH se tiene que hacer en los últimos cursos de primaria
En ocasiones existe la creencia de que se pueda diagnosticar TDAH en niños y niñas de 3 años, mientras que otras veces se piensa que el diagnóstico tiene que ser a partir de los últimos cursos de primaria. En concreto, a partir de los 6 años de edad es posible valorar si existen suficientes indicadores que confirmen o descarten las sospechas.
Es a partir de los 6 años cuando podemos observar si determinadas conductas vienen ocurriendo desde siempre y, además, las pruebas que existen en el mercado están baremadas a partir de esa edad. Sin embargo, antes de los 6 años, se puede valorar si hay áreas en las que es necesario trabajar de forma preventiva.
- Las dificultades que tienen los niños y niñas con TDAH son debidas a su falta de esfuerzo o mala actitud, o también pueden explicarse por dificultades de capacidad intelectual
No. Los niños y niñas con este diagnóstico son personas que, como todas las personas, pueden esforzarse más o menos, tener más o menos motivación, etc. El TDAH no es sinónimo de falta de esfuerzo o mala actitud, porque detrás de esta etiqueta diagnóstica hay diversas realidades y todas las personas tienen fortalezas y habilidades desde las que se puede trabajar.
Por otra parte, una persona con falta de rendimiento académico, por ejemplo, no necesariamente cumple los criterios diagnósticos de TDAH. Puede que ciertas conductas sean similares (no presta atención en clase, se distrae, parece que está en su mundo, se mueve en exceso…), pero al administrar pruebas específicas atencionales se observa en qué casos los problemas son de base atencional y en qué casos de base actitudinal. Por ello, es importante realizar una evaluación completa que contemple lo académico (capacidad intelectual, atención, otro tipo de áreas como la lectura y escritura) y lo emocional (adaptación, ansiedad, autoestima, etc.), para poder ofrecer un tratamiento a medida que se ajuste a sus necesidades.
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