Antes de nada me gustaría comenzar aclarando que a lo largo de este artículo aparecen expresiones como “buen” o “mal” comportamiento. Sin embargo, este texto se ha escrito basándose en los principios de la Disciplina Positiva, es decir, en los principios de una educación en la que las relaciones se basan en el respeto. Desde este enfoque, un niño no se porta mal porque quiere y tampoco decide desafiar voluntariamente a sus padres o tomarles el pelo. El comportamiento de un niño o un adolescente tan solo expresa su necesidad de forma genuina. Tacharlo como bueno o malo es una cualidad que dicta el adulto, desde su realidad, la de un adulto que vive a contrarreloj y que a veces olvida lo que es ser un niño o un adolescente.
La economía de fichas es un recurso que lleva empleándose más de 50 años. T. Ayllon y N. Azrin crearon esta estrategia basándose en los principios del condicionamiento operante de Paulov y Skinner. Inicialmente surgió como una herramienta para modificar o corregir el comportamiento de niños y niñas, sobre todo los que presentaban Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (DAH) o un Trastorno Negativista Desafiante. Actualmente continúa muy instaurada en el sistema escolar, mayormente en los cursos de Educación Infantil.
Su principal objetivo es establecer una serie de comportamientos esperados y positivos, como por ejemplo, seguir las normas y rutinas. También se ha utilizado para promover la motivación, puesto que la economía de fichas se ha empleado para generar un hábito de trabajo o de estudio en el alumnado. Se trata, por tanto, de un sistema con el que se refuerza de forma inmediata el comportamiento deseado. Una vez se han conseguido diversos puntos o fichas, estas pueden canjearse por aquello que resulte motivador o de interés para el niño o niña.
¿La economía de fichas es realmente una herramienta educativa?
Gracias a la investigación que se ha llevado a cabo desde su creación, hoy en día sabemos que la economía de fichas es un recurso que cuenta con aspectos positivos y negativos. Entre sus ventajas se encuentra que los efectos de este recurso funcionan a corto plazo, puesto que es un sistema que “corrige” el comportamiento indeseado y premia aquellas conductas que son positivas. Sin embargo, también se ha comprobado que al cabo de un corto periodo de tiempo este sistema pierde efectividad, puesto que el niño o niña solo realizará la conducta que se ha modelado si el premio le resulta motivador. De modo que, ¿Qué se puede hacer en el momento en el que este sistema por puntos ya no genera interés y por tanto no funciona?
Cuando hablamos de crianza o educación lo verdaderamente importante es contar con recursos que funcionen a largo plazo, es decir, que fomenten una enseñanza o aprendizaje de las habilidades que cada niño y adolescente necesita. Cuando un adulto detecta un comportamiento diferente en su hijo e hija, el primer paso debe ser el de observar y preguntarse a uno mismo: ¿Qué está provocando este comportamiento?, ¿Cómo puede estar sintiéndose para necesitar reaccionar de esta forma? y ¿Qué puedo hacer para ayudarle? Conviene descubrir qué hay detrás del comportamiento, valorar qué habilidad necesita entrenar o incluso desarrollar. Si en vez de esto, actuamos castigando el mal comportamiento y premiando el bueno, tan solo estaremos puliendo lo que es meramente observable, y la base, la necesidad real, no estará siendo atendida. Este es el motivo principal por el que la economía de fichas ni funciona a largo plazo, ni es una herramienta que educa y enseña habilidades para la vida.
Tres herramientas que sí funcionan a largo plazo y enseñan habilidades para la vida:
1.Rutinas: Tanto con niños como con adolescentes, las rutinas son un elemento que van a ayudar a que se generen hábitos saludables y respetuosos con las dinámicas del hogar. Se pueden elaborar rutinas, tanto para respetar los acuerdos y normas del hogar o el aula, como para generar un hábito de trabajo o de estudio.
2.Acuerdos: Cuando se impone una orden el niño o adolescente no suele comprender el motivo, por lo que suele ser poco probable que las respete y las cumpla. En su lugar, es preferible establecer acuerdos, es decir, aclarar el conflicto o problema y decidir conjuntamente cómo solucionarlo. Esto fomentará que todos los miembros de la familia se involucren en la solución propuesta.
3.Conexión: Aunque no se trate de una herramienta como tal, este punto quizás sea el más importante de todos. Lo principal en toda relación (sea de amistad o familiar) es practicar una escucha sincera. Incluso si ha ocurrido algo muy grave conviene mostrar interés por saber cómo se siente la otra persona; esto es, en lugar de reaccionar, tomarse un momento, escuchar y pensar cuál puede ser la mejor manera de actuar.
Finalmente, me gustaría concluir diciendo que en Disciplina Positiva utilizamos la metáfora del iceberg, esta idea sugiere que en educación y crianza debemos responder a aquello que está provocando el comportamiento, y no tanto a la conducta en sí. Por ejemplo, en el caso de un adolescente que no quiere estudiar y que obtiene muchos suspensos, actuar empleando premios o castigos no hará que su comportamiento cambie. En lugar de esto, traslademos nuestro interés por saber cómo se siente, qué cree él que hay que mejorar o cambiar. Quizás se trate de un aspecto motivacional o emocional. En educación no podemos dar las cosas por sentado, no intentemos solucionar los problemas del día a día por la vía rápida, porque esto lo único que hará será distanciarnos de la persona a la que queremos.
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