La Navidad, una de las festividades más importantes de nuestra cultura, está a punto de comenzar.
En esta época nuestras ciudades se llenan de luz, color y música, sin embargo esto no inspira lo mismo a todo el mundo. Lo que para unos es alegría, diversión y descanso, para otros es melancolía, tristeza y añoranza de sus seres queridos. Quizás casi todos tengamos un grato recuerdo de nuestras Navidades en la infancia que deja grabado un sentimiento de inocente felicidad, juguetes, música, panderetas y cabalgatas. Pero a medida que la vida avanza, las experiencias personales también crecen y van marcando el camino de cada uno. Las expectativas sobre esta época del año no siempre son realistas y esto puede ser la causa del sufrimiento de muchas personas.
También hay gente que sin motivo aparente se siente melancólico en estas fechas, no puede disfrutar y lejos de conseguirlo, siente ganas de llorar y lo que desea es que pasen para volver al día a día de la rutina. La Navidad puede ser una época muy especial y diferente al resto del año para unos y lo mismo de siempre para otros.
El respeto hacia estas personas que no viven la Navidad con alegría, es primpordial pero también sería interesante que cada uno analizara el motivo de su tristeza para poder pensar en soluciones o maneras de atenuar su malestar. Entrar en la dinámica de que cada Navidad es un calvario, es muy duro y no podemos arrancar estas páginas de nuestros calendarios porque aunque lo hagamos, ahí están cada año.
¿Qué podemos hacer nosotros para mejorar? ¿Qué pueden hacer los demás por nosotros?
Ayer mismo día 20 en el descanso que hicimos para comer en un curso de hipnosis en el que éramos todos psicólogos, mantuvimos esta discusión. Alguien planteó que había que estar con ellos, con los que sufren, quisieran o no, por lo menos para que tuvieran la posibilidad de decir «dejazme en paz, no quiero estar aquí».
Mi opinión iba por otros derroteros, yo creo que cada uno debe elegir porque quizá uno desee estar sólo en su casa sin celebrar nada, viviendo como un día más, cenar y pronto a la cama, y ya llegarán otra vez las Navidades. Creo que hay que respetar lo que uno siente y no soy partidaria de que el que sufra tenga que estar a pesar de que no quiera. Además, los otros muchas veces no saben qué hacer, no pueden permitirse el lujo de divertirse, es casi un acto de mala educación cuando el que que tienes en frente está sufriendo. Eso no quiere decir que no le apoyaríamos si decidiera venir a cenar con nosotros. Qué opináis?Virginia Rodrigo del Solar
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