Este fin de semana el Equipo de Centro Psicología Bilbao ha tenido la suerte de conocer a la Doctora Anabella Shaked y profundizar en las bases de la Disciplina Positiva.
Las palabras de Alfred Adler, fundador de la Psicología Individual, dieron inicio a esta formación y han resonado en nuestra cabeza a lo largo de estos días:
“Todo puede ser también diferente”.
Gracias a su legado entendemos que las personas necesitamos poder dar a los otros para sentirnos útiles, significativos y valiosos, ya que es más potente dar que recibir. De este modo, si ayudamos todos a una persona, ¿en qué puede ayudar ella? El peligro de sobreproteger es que la persona acaba pensando que ella no puede contribuir. Y pensar así nos aleja de la Salud Mental.
Por ello, existen dos claves en cualquier proceso de desarrollo personal: la primera es DAR. Y la segunda es AGRADECER.
Es tal el valor de lo social en las personas, tan importante el interés social y contribuir a la comunidad a la que pertenecemos, que los adlerianos tienen esta reflexión:
“Si un árbol cae y nadie lo escuchó: ¿hubo un sonido?”
Tú, ¿qué dirías? ¿Lo hubo?
Desde esta corriente la respuesta es: “No importa. Si algo pasó y no tuvo repercusión en los demás, no importa.”
Otro de los grandes aprendizajes de este fin de semana es entender por qué la gente hace lo que hace.
En última instancia, y salvo contadas excepciones, las personas hacemos lo que hacemos porque decidimos hacerlo. Esa es nuestra DECISIÓN. Habrá quien diga, “yo no quiero hacer esto, pero tengo que hacerlo”, y debajo de ese “tengo que” se esconde un “yo no estoy dispuesto a pagar el precio de tomar otra decisión”. Así que si una persona nos dice “yo no quiero decidir”, simplemente, tendremos que observar qué hace para saber lo que ya decidió. Dreikurs añadía a este concepto “Aceptar nuestras acciones como expresión de nuestras verdaderas intenciones.”Iremos compartiendo más ideas y reflexiones de la Psicología Adleriana, no sin antes plantearte una actividad:
- Cuéntale a otra persona algo que tú consideres que has hecho mal, pudiendo dar todas las explicaciones que necesites.
- Ahora, cuenta la misma historia (lo que has hecho mal), pero esta vez sin disculparte.
¿Qué sientes?
Cuando nosotros actuamos y excusamos nuestro comportamiento, estamos utilizando descuentos para que el precio que tenemos que pagar no sea tan alto. Cuando la respuesta es corta: “Simplemente, le mentí”, nos deja desnudos. Nos deja con una realidad que es difícil de tragar. La realidad de “cometí un error”. Porque de alguna manera, si yo no me explico, si no me justifico, entonces yo quedo así y el otro puede pensar mal de mí.
Pero piensa una cosa:
Tu valor está dado incondicionalmente.
Tú no estás en duda.
Has podido cometer un error.
Tú no eres un error.
Beatriz Alonso Sánchez
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