“Felicidad, ¡qué bonito nombre tienes!
Felicidad, ¡vete tú a saber dónde te metes! …” decía la canción de la Cabra Mecánica, allá por el año 2001.
Y, a pesar de haber llovido 19 años desde entonces, aún hay muchas personas que la siguen buscando.
Paul Watzlawick, autor del libro “El arte de amargarse la vida” nos ofrece una obra maestra en la que nos guía y orienta para conseguir todo lo contrario: aprender cómo ser infelices. Sus consejos no tienen desperdicio:
– “Aférrate a tus ideas, los demás están claramente equivocados”.
– “Adivina lo que otras personas piensan en lugar de preguntarles. Así podrás actuar de acuerdo a lo que tú crees que está pasando”.
– “Cuando tengas un problema intenta solucionarlo siempre del mismo modo. Si no funciona la solución, sólo tienes que seguir insistiendo”.
– Y un largo etcétera.
De este modo, con los pequeños detalles, nos vamos dando cuenta cómo nos pasamos gran parte de nuestra vida aplicando la receta para conseguir la infelicidad…
La investigación en este campo nos aporta algunas pistas para acabar con ese círculo vicioso. En este artículo hablaré de dos:
1) En lugar de buscar la felicidad, céntrate en dar las gracias.
Son numerosos los estudios que relacionan la gratitud con la felicidad. Las personas que practican la gratitud de manera diaria tienden a dormir mejor, tener menos problemas de salud, disponer de más recursos emocionales y vivir más en calma, entre otros.
¿Quieres hacer la prueba? Te propongo que a lo largo de una semana escribas a la noche qué tres cosas agradeces. Intenta que sean cosas diferentes cada vez; busca en las pequeñas situaciones del día a día. Observa también el efecto que esto tiene en ti.
Habitualmente poner el foco en lo que queremos que se mantenga nos ayuda a:
– Prestar más atención durante el día a lo positivo.
– Ser conscientes de lo que sí tenemos.
– Tratar de hacer aquello que nos ayuda a mantenerlo.
2) Convierte la queja en un objetivo.
Una de las orientaciones de intervención terapéutica que ofrecemos en Centro Psicología Bilbao es la Terapia Centrada en Soluciones. Desde este enfoque buscamos continuamente convertir la queja en un objetivo. Y esto, ¿cómo se consigue?
Imagina que tienes 35 años y te ves incapaz de cumplir con los plazos en tu trabajo. ¿Qué quejas podrías tener? Seguro que resultará sencillo hacer un listado tipo: “soy un desastre”, “no me da tiempo nunca a terminar lo que empiezo”, “es super complicado llegar a todo”, etc.
Ahora, pregúntate: “¿Qué te gustaría conseguir?”.
Sentirse incapaz de cumplir los plazos no es un mensaje que nos permita avanzar ni mirar al futuro. Es un pensamiento que nos obstaculiza.
Sin embargo, si lo reformulamos para contestar a esta pregunta podríamos decir:
“Quiero conseguir cumplir los plazos”.
Y sobre esto ya se puede trabajar y pensar en qué pequeños pasos puedo dar que me ayuden a mejorar mi organización.
La clave para que los objetivos estén bien formulados es que su logro dependan de uno mismo, que sean alcanzables y escritos en positivo.
Y tú, ¿qué agradeces y qué objetivos te marcas?
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