Cuando estuvimos formándonos en Barcelona el pasado curso en Encouragement Consultant, tuvimos la suerte de conocer a Pilar Rey Suárez, trabajadora social, terapeuta familiar y especialista en duelo.
Hablar con Pilar es algo maravilloso. Es ese tipo de personas que te transmiten calma, serenidad y humildad a borbotones.
Hace poco le preguntamos a ver si le podíamos hacer una entrevista sobre el duelo en la infancia, y ¡aquí la tenemos! Esperamos sinceramente que os guste tanto como nos ha gustado a nosotras y también que os oriente en muchas dudas que surgen cuando se habla de este tema.
Ahí va 😉
En el momento en el que nos enfrentamos a tener que explicar un fallecimiento a un niño, algunas familias apuestan por hablar de religión. En otras ocasiones, decimos que se ha convertido en una estrella. Hay veces que lo explicamos de manera más objetiva y hablamos de accidentes o largas enfermedades. Teniendo en cuenta todas las posibles formas de trasmitirlo, ¿hay algunas pautas que deberíamos respetar siempre? Lo mejor es hablar de la muerte antes de que ocurra. La prevención es muy importante y hablando de ella desde que son pequeños de forma adaptada a cada etapa del desarrollo evolutivo, les ayudaremos a normalizarla. Debemos ser responsables de educar para la muerte y sería estupendo que se pudiese hacer desde el cole y también en casa, aprovechando si sacan el tema y también cuando aparece la oportunidad, tanto en las películas, los dibujos animados, los cuentos, un pajarito muerto en la calle… podemos preguntarles acerca de lo que piensan, escucharles sin juicio e ir indagando con preguntas de curiosidad. Muchas veces descubriremos que muchos saben más de la muerte de lo que imaginábamos. Es importante que no utilicemos ningún eufemismo y que digamos la palabra “muerte” y debemos decirles que la persona que ha fallecido no va a regresar. Si nos preguntan sobre lo que ocurre después de morir, dependiendo de las creencias de cada uno, podemos responderles (siendo sinceros y honestos) o bien que no lo sabemos, o decirles “lo que me gustaría pensar es…” sin adoctrinarles (invitándoles a que nos cuenten también lo que les gustaría pensar a ellos y sin juzgar sus respuestas, sino escuchándoles respetuosamente y haciéndoles ver que debemos de respetar todas las creencias)
Cuando se ha muerto alguien muy cercano a un niño (por ejemplo, su madre), ¿es correcto comunicar la noticia estando muy afectado/a emocionalmente? ¿O es preferible que lo comunique alguien no tan cercano a la familia, con menos implicación emocional, para estar más “entero/a”? Su padre, si es posible y siempre que esté en condiciones de hacerlo y si no lo está, alguien que emocionalmente sea muy cercano al niño/a. No ocurre nada si llora mientras da la noticia (sin derrumbarse, claro, porque el adulto es el que sostiene). De esta manera le está dando permiso al niño/a para expresar sus emociones como algo natural ante una situación de pérdida.
A veces se piensa que los niños se enteran o sufren menos. Se dice comúnmente que les cuesta menos pasar página. ¿De qué manera puede perjudicar pensar así en el proceso de duelo de un menor? El proceso de duelo es inherente a cualquier pérdida, no solo la muerte sino un cambio de cole, que los padres se separen, una mudanza… Que no le puedan poner palabras al dolor, no significa que no lo sientan. Es un error pensar que los niños “no se enteran” de lo que sucede. La idea que tienen de la muerte va a depender de su edad, madurez, de situaciones relacionadas que hayan vivido, de cómo los adultos de referencia les han hablado de ella… por ello es importante decir que, al igual que los adultos, cada uno vivirá el proceso de duelo de manera única y tenemos que estar atentos a sus emociones, pensamientos, conductas y narrativa somática (dolor de barriga, o de cabeza…). Podemos verles muy tristes un momento y al rato verles divertidos jugando. Es normal que esto ocurra porque les cuesta mucho poder asimilar lo que está ocurriendo y por esa razón el duelo de los niños suele ser más intermitente y necesitan más tiempo que los adultos para elaborarlo. Va a influir la relación que tuviesen con la persona fallecida, las circunstancias de la muerte y también si en su entorno tienen a personas que les den seguridad emocional y que les ayuden a distinguir qué emociones que están sintiendo en cada momento.
¿Cómo se puede gestionar el duelo, por ejemplo cuando hablamos de niños menores de 10 años, para que no se convierta en una experiencia traumática o patológica? Dándoles muchas muestras de afecto, manteniendo sus rutinas, si la persona ha fallecido a consecuencia de una enfermedad, explicarle que era una enfermedad “muy, muy, muy grave”, para cuando alguien se ponga enfermo, no crea que se va a morir. Explicarles la muerte según su edad, decirles que no es culpa suya, porque a estas edades pueden imaginar que algo que han dicho o pensado, ha podido causar la muerte de su ser querido y es posible que no nos digan que se sienten culpables, por eso está bien que seamos proactivos. Compartir emociones con ellos. Utilizar cuentos y películas que nos pueden ayudar a hablar con ellos sobre lo que ha ocurrido.
Supongamos que un niño o adolescente aparenta una normalidad pasmosa después del fallecimiento de alguien muy cercano. ¿Cuál es el papel de la familia para conseguir que el duelo evolucione de una manera sana? Como cada persona es única, tendremos una forma individual de afrontarla y aparentar normalidad puede ser una de las respuestas. Lo más importante es que sepamos que, igual que en los adultos, el dolor es el mismo, lo que cambia es la manera de expresarlo. Necesitan saber que forman parte de la familia y no sentirse excluidos, dejándoles, si lo desean, participar en los rituales de despedida. Que sepamos que ellos también sufren la pérdida, que se validen sus emociones (sean las que sean) y se responda a las preguntas de forma sincera adaptada a cada etapa. Ellos serán los que nos marquen el ritmo. También es necesario que continúen con sus rutinas, en la medida de lo posible. Suele aconsejarse que no se lleven a cabo cambios importantes durante el primer año (si se puede evitar hacerlo). Que sientan que estamos ahí para ellos, que no están solos y también abrir una ventana a la esperanza diciéndoles que cuando pase un tiempo todos nos encontraremos mejor. Y, por otro lado, ¿acaban saliendo todas las emociones o pueden no salir nunca? Al ser conscientes de que los niños están viviendo su proceso de duelo, podemos acompañarles creando un clima que les ayude a poder expresar sus emociones y eso significa que nosotros también seamos capaces de poder compartir las nuestras con ellos, dándole así normalidad. En el caso de los niños a los que les cueste más poder expresarlas, les podemos ayudar a través de los cuentos o películas sobre experiencias similares y preguntarles cómo creen que se sienten esos niños, ya que suele ser más fácil externalizarlas para hablar. Los juegos también les ayudan y pueden dibujar y colorear las emociones, dibujar en qué parte del cuerpo las sienten, de qué color es cada una de ellas, qué forma tienen, le pueden poner palabras a cada emoción. Hacer un álbum o una “caja de tesoros” que puede decorar y llenar con recuerdos de su ser querido u otras cosas que le recuerden a esa persona … A algunos adolescentes les gusta la idea de tener un diario para escribir como se sienten. Escribir canciones o escucharlas…
En el acompañamiento del duelo de niños, ¿qué tenemos que tener en cuenta en función de cada edad? Hasta los 2 años, aunque no entienden la muerte como tal, si son conscientes de los cambios que provoca en los demás y reaccionan ante ellos. A partir de los 6 años tienen un pensamiento mágico de la muerte, llegando a creer que pueden causarla si se portan mal o si lo piensan, aunque tienen una idea de la muerte como algo que no es permanente. Sobre los 9 años son conscientes de que la muerte es irreversible aunque creen que solo les ocurre a los demás y todavía se imaginan que lo adultos pueden hacer algo para evitarla. Finalmente, sobre los 11 años, el concepto de la muerte ya es universal y saben que no se puede evitar. En la adolescencia es cuando son conscientes de que también les puede ocurrir a ellos.
Entendemos que cada duelo es diferente. Sin embargo, perder a un amigo (por ejemplo, durante la adolescencia) por suicidio, ¿hace que el duelo sea más difícil de digerir? Pues sí, es una pérdida que genera mucho dolor y sufrimiento, el impacto suele ser mayor que el de otros tipos de muerte y hay muchas emociones asociadas: la culpa, el enfado… (teniendo en cuenta que la manera de expresar las emociones en los niños y adolescentes, es diferente a la de los adultos) y está bien poder ayudarles y hacerles preguntas indagando para saber lo que piensan y cuáles son todas las fantasías que pasan por sus cabezas. Hay un estigma que va asociado al suicido que hace que sea más difícil hablar del tema, pero ocultarlo o no hablar de ello o negarlo no ayuda. Los niños y adolescentes necesitan poder confiar en sus adultos de referencia. Es mejor que alguien de su confianza le diga lo que ha ocurrido, a que se entere en la calle por cualquier persona que se lo diga sin tacto, o incluso puede leerlo en las redes sociales. Lo que nos debe preocupar no es si se lo decimos o no, sino cual es la mejor manera de hacerlo y, si se tienen dudas, se puede consultar a un profesional experto en duelo.
En el caso de niños pequeños (por ejemplo, de 4 años en adelante), ¿cuánto tiempo es un duelo sano y cuándo empieza a convertirse en patológico? La mayoría de los niños avanzan en el proceso sin dificultades para elaborarlo. Lo que debemos observar es que después de unos meses aparezcan de manera recurrente y mantenida: pesadillas, dificultades para concentrarse en las tareas, pensamiento constante en la persona que ha fallecido, así como la evitación constante sobre todo lo que tenga que ver con el ser querido, muchas quejas físicas, problemas para dormir, ansiedad, llanto descontrolado, apatía hacia cualquier actividad diaria, rabietas a todas horas que se mantienen mucho tiempo, perdida de apetito y peso, muchos miedos, regresión a conductas “infantiles” que no desaparecen a medida que pasa el tiempo, no querer ver a los amigos y familiares (aislamiento), problemas escolares… La pregunta sería: ¿ves que el niño puede seguir realizando sus actividades de la vida diaria? En caso de que no pueda o aparezcan los síntomas arriba descritos (después de varios meses y no desaparezcan) puedes consultar con un profesional.
A lo largo de tu experiencia y reuniendo todo lo aprendido con las personas a las que has acompañado en procesos de duelo, ¿qué tres aprendizajes destacarías? Trabajar con nosotros mismos, elaborar primero nuestros propios duelos para poder acompañar a los demás en los suyos y poder sostenerles en sus emociones, en su tristeza, en su enfado, sin sacarles de ellas, sin darles consejos, solo estando a su lado, acompañándoles. No existe una forma “correcta” de vivir el duelo. No hay un plazo para hacerlo. Cada persona lo hará de una manera e incluso la misma persona puede vivir de manera diferente sus diferentes duelos, por ello es importante respetar los ritmos de cada uno. No mentir. Los niños tienen un montón de recursos para hacer frente a estas situaciones. Cuando alguien en la familia está al final de la vida o muere, debemos tener en cuenta que los niños y adolescentes forman parte de ella y no debemos excluirlos sino ofrecerles estrategias que les permitan afrontar la situación y ayudarles a que expresen sus emociones sin olvidar que ellos tienen muchos mas recursos de los que pensamos los mayores para vivir estas experiencias. Como adultos debemos acompañarles, sostenerles emocionalmente y darles seguridad y ofrecerles nuestro amor incondicional para que sepan que juntos podemos hacer frente al dolor de la pérdida y decirles que “aunque al principio estaremos muy tristes, cuando pase el tiempo, nos encontraremos mejor, aunque nunca olvidaremos a nuestro ser querido”
Agradecemos si nos puedes recomendar algún libro para niños o para familias que tienen que explicarle esta vivencia a sus hijos.
- “El mensaje de las lágrimas” de Alba Payás
- “El niño ante la muerte” de Montse Esquerda y Anna M. Agustí
- “Así es la vida” (9 a 11 años) de Ana Luisa Ramírez
- “Dónde está el abuelo” de Mar Cortina
- “Vacío” de Anna Llenas
¡Muchas gracias Pilar, por tu generosidad!
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